Érase una vez una montaña que tenía miedo a las alturas, vamos que tenía vértigo… Que digo yo, !manda cojones!
Cada vez que alguien le proponía algo relacionado con las alturas pasaba esto:
– Montaña, ¿te vienes con nosotros a hacer parapente?
Y la montaña decía «tengo vértigo, pero sí, vamos».
– Montaña, ¿vienes a hacer tirolina?
Y la montaña decía «tengo vértigo, pero sí, vamos».
-Montaña, ¿quieres pasear por este sendero tan alto?
Y la montaña decía «tengo vértigo, pero sí, vamos».
Un día la montaña estaba parada sin subir a nada y sintió vértigo, tanto, que en la cúspide empezó a nevar y a nevar hasta que se congelaron los árboles y los ríos que la cubrían.
¿Sabéis que congeló a la montaña?. La siguiente pregunta:
– Montaña, ¿qué te apetece hacer?
Muchas veces el vértigo no va de alturas sino de sueños.
Clarksdale, Mississippi