Los puentes son estructuras que te llevan de un lado a otro. Pero, ¿qué diferencia un lado del otro?. Esta es la pregunta que ella siempre se hacía.
Su curiosidad por saber que había al otro lado empezó a crecer, sobre todo porque cada vez que preguntaba a alguien por lo que había en el otro lado, la gente le respondía:
– Pues que va a haber, lo mismo pero del otro lado-
Y claro, ella siempre se imaginaba que era como darle la vuelta al jersey, que es lo mismo, pero del otro lado y con más bolas.
Un día se despertó y decidió que ya era hora de saber que había al otro lado, de verlo con sus propios ojos. Así que cada vez que veía un puente corría a través de él. Sí, se que parece sacado de la película de Forrest Gump, pero la realidad a veces supera la ficción.
Un día corrió por un puente hecho de tomates y kale; al llegar al otro lado, conoció a una chica india con acento inglés que repartía tazas de Earl Grey y tranquilidad. No las vendía, solo las ofrecía. Podías coger todas las que quisieras, había gente haciendo cola y lo más extraño es que nadie se marchaba, siempre tomaban el té cerca de ella. Y si le preguntabas que tal iba todo, siempre respondía:
– Todo va ok, amiga, todo ok- Sonreía y se quedaba en silencio mirando su manicura recién hecha.
Otro puente que corrió fue uno hecho de helado de manteca de cacahuete. Cuando llegó al otro lado, se encontró a un perro llamado Óscar. Este perro era peluquero, cortaba el pelo que era una maravilla. Nuestra chica aprovechó y se cortó el pelo, pero no fue un corte al uso, cada vez que Óscar usaba las tijeras, ella se llenaba de gratitud ante la vida. Se daba cuenta de cómo a veces un poco de helado y un corte de pelo hace que todo sea diferente, ni mejor ni peor, solo diferente. A Óscar le encantaba llamar a las rubias Blondie y a las morenas Brownie.
El puente de la música fue el mejor, cuando corría sobre él sonaba Rock and Roll, Blues y Country, por lo que corrió ida y vuelta al menos cuatro veces. La primera, se encontró a un bajista vestido de Taco, la segunda, a tres chicas que buscaban aventuras sin saber que ya estaban en una. A medio camino de la tercera, Elvis se unió a ella – sí, está vivo y vive cerca de un puente por el que se puede correr – y en su cuarta y seguro que no última vez, paró a desayunar en un bar donde los arándanos venían siempre recubiertos de tortitas. Allí conoció a Papá Noel, era en pleno verano y hacía más calor que en un sauna, pero allí estaban los dos hablando de lo bonito que es la vida y de lo triste de las despedidas. Así que nunca se despidieron, simplemente ella siguió corriendo y Papá Noel siguió comiendo su plato de pescado y patatas fritas.
Y nuestra chica sigue corriendo cada vez que ve un puente, porque lo que hay al otro lado nunca es lo mismo y siempre, siempre, merece la pena, aunque esté lleno de bolas.
Clarksdale, Mississippi